6.10.08

Minirelatos

Lizz, como la gusta que la llamen, ha estado otro día mas indagando en las necrológicas del periódico local. Cada día es un entierro mas. Cada día es un sepelio con prendas negras. Cada día es mas gris dentro de ella, pero nadie lo ve. Ni siquiera sus hijos. Ellos están muy liados con sus confusas vidas. Sí, casi mas confusas que la que Lizz posee. Porque ella es una mujer que aparenta normalidad. Con esa actitud firme y con ese saber estar. Es un ejemplo de rectitud. De pulcritud. Casi de beatitud.

Todos los días se levanta pensando en el próximo entierro, en la próxima víctima.
Toma su café instantáneo y se monta en su 4X4 para realizar sus labores de caridad.
Recauda dinero para diversas asociaciones, ya sea el cancer, los sin techo o los que toquen.
La espera un día lleno de visitas. Son particulares o pequeñas empresas que no se sienten en posición de decir no a tan amable señora, a tan correcta persona. Sus palabras se articulan con facilidad en una letanía cotidiana. Las mismas palabras. los mismos giros, los mismos trucos para atrapar a su victima.

Toma lunch con su mejor amiga, señora viuda de las que hacen power walking todos los dias y charlan de cosas de señoras maduras. El vecino, el pariente, los nietos y sus recientes logros.

Despues toca recoger su nieta del colegio. Ella piensa que es una malcriada pero nada puede hacer. Bastante tuvo con los suyos. Espera a que su hija vuelva del trabajo con la televisión enchufada enfrente de su adorable nieta y se despide con cierta ironía.

Al volver a su casa todo esta en silencio. Despacio se viste de negro y se encamina hacia su próximo funeral. Hoy sera en Dublín centro y es el entierro de un infante.
Antes de llegar al acto sus emociones la superan. Llora en el coche antes de mirar la hora.
Y se encamina hacia la parroquia con una pena desoladora. Una pena atroz, sin vacilaciones.

Lizz esta en la iglesia y reza. Reza por el alma de ese infante que nos deja. Llora por su hija, por su madre, por su fe, por su vida. Llora para seguir llorando.

Al llegar a casa se siente muy bien. Se siente viva y en paz. Al fin y al cabo no hace daño a nadie.

Toma una taza de té, ve un poco la televisión y se acuesta pensando en su proximo funeral.




Minirelato extraído del cuaderno de Pequeñas Historias para un largo Cuento.
Por Hermenegildo Rufiante.




Nasser Shamma











Besos

No hay comentarios: